Según Edward Bach enfermamos porque existe un conflicto entre el alma y la personalidad.
Para Bach esta que vivimos es una de las vidas que debe vivir nuestra alma en su camino de evolución. Esta vida es como dice Bach "Un día de colegio", y en este día de colegio venimos a aprender una lección. Esa lección es una lección kármica, algo que nadie puede hacer por nosotros, y nuestra alma no cejará en el esfuerzo hasta que aprendamos la lección. Habrá momento en que creeremos que hemos zafado, que tuvimos un golpe de suerte, pero tarde o temprano, en esta vida o en la próxima deberemos superar la prueba. De nada nos sirve escapar de nosotros mismos, ya que es con el único, que en algún momento, debemos encontrarnos.
La mayoría de nosotros no puede escuchar lo que nuestra alma dice acerca de lo que es lo mejor para nosotros y nos empeñamos en seguir los dictados de nuestro ego.
Nuestro ego quiere, por lo general, cosas rápidas, fáciles, que no impliquen conflicto con nuestros seres querido, que den buenos resultados en poco tiempo y con poco esfuerzo.
Necesita obtener cosas, vínculos, logros, éxito, amor, satisfacción sin tener en cuenta el tiempo ni la calidad de los procesos necesarios para lograrlos. Y muchas veces, contra viento y marea, logra lo que quiere pero sigue insatisfecho.
Aparecen entonces emociones encontradas: culpa, rabia, incertidumbre, miedos, abatimiento, impotencia, intolerancia, impaciencia, orgullo, celos, angustia, confusión, etc.
Estas y otras emociones son las que, de no tenerse en cuenta comienzan a enfermarnos.Los remedios florales tienen la cualidad de elevar nuestras vibraciones energéticas y abrirnos a la recepción del yo espiritual; de esta manera la Naturaleza, con su virtud particular, nos libera de lo que es la causa de la enfermedad. No hay verdadera curación si no hay cambio de perspectiva, paz espiritual y felicidad interior.
Los remedios florales ejercen una influencia notable sobre la personalidad y ayudan al bienestar general independientemente de la estructura caracterológica del individuo, pues serán eficaces aún cuando la persona no crea en su acción benéfica e independientemente del nivel de evolución de su conciencia, y su efecto puede ser aumentado sensiblemente mediante el trabajo conciente, lo que implica un trabajo terapéutico en el que la persona comprenda el proceso que lo ha llevado a su enfermedad y acompañe el proceso de su sanación.
Lic. Alicia Mabel Alfuso