Qué es peor ser autoritario o someterse?, ser rígido o demasiado blando?, ser soberbio o vivir en la incertidumbre?, no soportar la soledad o vivir aislado?, amar demasiado o ser egoísta?, vivir en la ilusión o estar desesperanzado?, no mostrar la angustia o llorar desesperado?, vivir criticando o criticarse a si mismo?.Qué es peor? Qué es mejor?
Para Edward Bach no hay mejor ni peor, ya que todos son estados anímicos que nos hablan de una desarmonía, un conflicto a resolver. Son estados anímicos, estados emocionales que muestran una falta de conexión entre nuestra personalidad y nuestra alma. La enfermedad es una disociación entre el alma y la personalidad y es posible prevenirla y curarla.
Las primeras enfermedades reales del hombre son defectos como el orgullo, la crueldad, el odio, el egoísmo, la ignorancia, la inestabilidad y la codicia y son la base de nuestros sufrimientos y angustias.
Para prevenirlas y curarlas, Bach nos dice, que además de dar remedios materiales, se debe otorgar a los que sufren el conocimiento necesario para que pueda volver a unirse lo que se separó.
Nos separamos de nuestra alma cuando sentimos orgullo, somos crueles, odiamos, somos egoístas, nos negamos a aprender, somos inestables, y actuamos codiciosamente, etc. Estos son defectos de nuestra personalidad.
Bach dice que lo igual no se cura con su igual sino con el opuesto, lo que significa que un defecto o un error se sana con una virtud. Podemos decir que el odio no se cura con más odio sino con su opuesto la compasión o el amor. Que la ignorancia no se cura con más ignorancia sino con el conocimiento, la verdad y la sabiduría.
Para Bach el orgullo se cura al incorporar a nuestras vidas la humildad y la resignación.
La crueldad, hacia los que no queremos o nos han hecho daño, no se cura con más crueldad sino que debemos transformarla en amor y compasión.
La inestabilidad y la indecisión nos llevan a traicionar a los demás por culpa de nuestra debilidad y se cura a través poder escuchar y dejarnos gobernar por nuestro yo superior.
Si perseveramos en nuestros defectos sin escuchar la voz de nuestro yo superior, se producirá un conflicto que necesariamente se habrá de reflejar en el cuerpo físico, provocando un tipo específico de enfermedad.
Por ejemplo el orgullo que es arrogancia y rigidez de la mente dará lugar a enfermedades que producen estados de rigidez y envaramiento del cuerpo.
El dolor es el resultado de la crueldad, aprendemos con el sufrimiento personal a no inflingirlo a los demás, tanto física como mentalmente.
Las consecuencias del odio son la soledad, los enfados violentos e incontrolables, los tormentos mentales y la histeria.
La ignorancia y la falta de discernimiento dan una persistencia a no ver la realidad aún cuando se nos brinda la posibilidad y se manifiesta en problemas de visión y de audición.
La inestabilidad de la mente afecta al movimiento y la coordinación.
El resultado de la codicia y el dominio de los demás llevará a la persona a ser un esclavo de su propio cuerpo, frenando así sus deseos y ambiciones.
La cronicidad y gravedad de la enfermedad dependerá de cuan arraigado esté el conflicto entre el alma y el cuerpo.
Dice Bach: la prevención y la curación de la enfermedad se logrará descubriendo lo que falla en nosotros y erradicando ese defecto desarrollando la virtud que la ha de reemplazar, no combatiendo el mal, sino aportando tal cantidad de virtud opuesta que quedará barrido de nuestras naturalezas.
La curación final y definitiva viene en última instancia de dentro del alma en sí, que con su armonía irradia armonía a través de la personalidad en cuanto se lo permitimos.
Los remedios florales tienen la cualidad de elevar nuestras vibraciones energéticas y abrirnos a la recepción del yo espiritual; de esta manera la Naturaleza, con su virtud particular, nos libera de lo que es la causa de la enfermedad. No hay verdadera curación si no hay cambio de perspectiva, paz espiritual y felicidad interior.
Los remedios florales ejercen una influencia notable sobre la personalidad y ayudan al bienestar general independientemente de la estructura caracterológica del individuo, pues serán eficaces aún cuando la persona no crea en su acción benéfica e independientemente del nivel de evolución de su conciencia, y su efecto puede ser aumentado sensiblemente mediante el trabajo conciente, lo que implica un trabajo terapéutico en el que la persona comprenda el proceso que lo ha llevado a su enfermedad y acompañe el proceso de su sanación.
Lic. Alicia Mabel Alfuso