Reivindiquemos la culpa. Parecería que hoy la culpa no tiene buena prensa y está destinada a desaparecer. La culpa está directamente relacionada con el “hacernos cargo”. La tendencia es a sacarnos rápidamente el problema de encima y responsabilizar o culpar a otros de nuestras acciones incorrectas.
La culpa no es buena ni mala, recordemos lo que dice el Dr. Edward Bach “una defecto es una virtud fuera de lugar”. Una cosa es tener culpa y otra es ser culpógenos.
Ser culpógenos conlleva una culpa eterna que enferma y no nos deja vivir en libertad. En cambio, sentir culpa cuando nos damos cuenta o creemos que hemos herido a alguien, nos da la oportunidad de reparar el daño que hemos hecho y nos permite pedir perdón.
Sentir dolor por el otro y comprender el daño que le infringimos nos hace humanos. Pedir perdón nos permite crecer y sanarnos.
Cuándo nos han herido u ofendido sentimos bronca y si no encontramos reparación al daño podemos transformarlo en resentimiento.
Ese resentimiento puede tener la intención de que al otro le pase algo malo que le haga pagar ese daño. Y si realmente le sucede algo malo puede aparecer en nosotros la culpa por creer que hemos provocado ese daño.
Podemos sentir resentimiento por lo que nos han hecho o sentirnos culpable por lo que hemos hecho. Podemos querer responsabilizar a otros por lo que hicimos o esperar eternamente con resentimiento el perdón que quizás nunca llegue.
Podemos acumular enojos que serán expresados en forma de reproches, en un pase de facturas acumuladas como si hubiera necesidad de saldarlas todas juntas y de esta manera herir de muerte al vínculo en vez de saldar la cuenta.
Podemos pensar en términos de víctimas y victimarios, inocentes y culpables, pero esto no repara el daño ni soluciona el problema. Podemos no perdonar al otro o no perdonarnos a nosotros mismos y quedarnos para siempre con la amargura y el resentimiento. Esto indefectiblemente se transformará en otras emociones negativas tales como la ira y la depresión.
Es posible que sea injustificable lo que nos han hecho, pero tengamos en cuenta que la culpa eterna, la rabia, el resentimiento son sentimientos que nos enferman y nos dejan atados energética y psíquicamente a nuestra “víctima” o nuestro “victimario”.
El perdón libera de ataduras que amargan el alma y enferman el cuerpo.
Perdonar no es resignarnos sino re-significar aquello que nos causó dolor o enojo.
Si pensamos nuestra vida según dice Bach como “un día de colegio”, entonces cada experiencia tendrá que ser vivida como una posibilidad de aprendizaje y crecimiento. Esto se denomina re-sigificar, dar una significación diferente y nueva a los hechos.
Se trata de dejar de preguntarnos por qué para transformarlo en para qué y así encontrar el sentido de nuestras vidas.
Para sanarnos necesitaremos resolver la conflicto que existe entre el alma y la personalidad o ego, entre la necesidad de perdonar y nuestro orgullo.
Para encontranos con nuestra alma debermos salir del todo o nada que nos ubica como víctimas o victimarios para hacernos cargo, responsabilizarnos de la parte que nos corresponde en cada acción.
Las esencias florales del Dr. Bach trabajan sobre el cuerpo emocional y a través de un proceso terapéutico ayudan a las personas a transformar sus emociones negativas en positivas. En este caso se trata de transformar el enojo, la ira, el resentimiento, la culpa en amor y compasión a los demás y sobre todo a nosotros mismos.
Lic. Alicia Mabel Alfuso