Hijos que no aceptan límites, que lloran, gritan, patalean, se tiran al suelo, se enojan, insultan ante algo que sus padres quieren. Hijos que se aburren rápidamente, que hablan interrumpiendo la conversación de los adultos, que se imponen con sus pedidos, que no aceptan un “no” como repuesta. Hijos que no respetan a sus padres, que maltratan a los adultos, que los agreden. Hijos que desafían la autoridad de la escuela. Hijos jóvenes y adolescentes que se drogan, que se accidentan, que se desbordan, que llevan armas. Niños y adolescentes inmanejables que desafían a los adultos, que descalifican y ningunean a sus mayores. Adolescentes con reacciones desmesuradas cuando no acuerdan con las reglas familiares, institucionales o sociales.
Como contrapartida: Padres que no se imponen, que pierden su autoridad, que ceden ante las presiones de sus hijos, que no sostienen sus reglas, que se someten a las manipulaciones, que se dejan insultar, maltratar y hasta pegar por sus hijos. Padres que no pueden decir o sostener un “no” cuando sus hijos piden desmesuradamente. Padres que permiten a sus hijos acciones que molestan a su entorno justificándolos con “es un chico”. Padres que se paralizan ante la supuesta inteligencia superior de sus hijos. Padres que cuando se le comunica algún error o acción incorrecta de su hijo, descalifica insultando a quien lo hace. Padres que usan los cochecitos de sus hijos como armas en la calle, mostrando a su hijo que nada se interpondrá en su camino.
Los Límites, las reglas y las leyes no tienen buena prensa. Se viven los encuadres y reglas cómo rígidos y arbitrarios, y ante el primer obstáculo se trata de transgredirlos o no tenerlos en cuenta, dándoles poco valor ya que obstaculizan la llegada rápida al objetivo.
El objetivo no suele ser el aprendizaje, el mérito, la experiencia, la constancia, el esfuerzo sino el éxito rápido y la fama. Y para lograrlo no se tiene en cuenta a nada ni nadie que se interponga en el camino. Los hijos se quieren ahorrar el aprendizaje y los padres le allanan el camino.
Los padres parecen tener miedo a sus propios hijos. Parecen no recordar que son quienes están a cargo de su formación como personas.
Los padres para educar a sus hijos y que ellos crezcan seguros de si mismos y puedan ser personas “exitosas” en su vida amorosa y laboral tiene que dar amor y límites. Cuando un padre actúa tan arbitrariamente con su hijo cree que le da amor, pero ese amor sin límites no resulta beneficioso para su hijo, ya que ese niño cuando sea adulto no respetará a los mayores, a los jefes ni a los representantes de la ley.
Si un niño no aprende a hacerse cargo de sus errores por que sus padres siempre lo disculpan, de grandes creerán que todo lo pueden, se sentirán omnipotentes y no respetarán a nadie que le de un no como respuesta.
El consumo de drogas, alcohol y el aislamiento son algunas de las consecuencias de padres que no ponen límites. Amor sin límites, sin reglas, sin orden no es amor.
Primero está el orden y luego el amor. El orden da un marco de contención para que el amor pueda ser tomado. Dentro de este encuadre claro, los hijos tienen libertad para explorar, para ser curiosos, creativos, en pocas palabras, para ser independientes”.
Los hijos necesitan que sus padres asuman su rol de padres, son los únicos que tienen.
Si los padres se someten a sus hijos, ellos se quedan sin padres y terminarán actuando como si fueran los padres de sus padres. Cuando los padres quieran tomar su lugar como tales, será tarde.
En todo esto podemos ver el sometimiento, la culpa y el miedo a la exclusión de los padres y la omnipotencia, egocentrismo y autoritarismo de los hijos.
Podemos trabajar estas conductas y emociones a través de la Terapia Floral del Dr. Bach.
Los remedios florales ejercen una influencia notable sobre la personalidad y ayudan al bienestar general independientemente de la estructura caracterológica del individuo, pues serán eficaces aún cuando la persona no crea en su acción benéfica e independientemente del nivel de evolución de su conciencia, y su efecto puede ser aumentado sensiblemente mediante el trabajo conciente, lo que implica un trabajo terapéutico en el que la persona comprenda el proceso que lo ha llevado a su enfermedad y acompañe el proceso de su sanación.
Lic. Alicia Mabel Alfuso