“Doy demasiado”, “No se pedir”, “Se aprovechan de mi”, “Cuando pido no me dan”, “Le dí mi vida”, “La ayudé cuando necesitó y cuando yo necesité no estuvo”, “le dí todo y mirá como me pagó”, “A mi nunca me dieron nada”, “El se tiene que dar cuenta que es lo que necesito”, “ Ella sabía que no me gusta ir sola y no me acompañó”, “El sabía que yo necesitaba dinero y no me ofreció”, “Le banqué su carrera y ahora me dejó por otra”.
¿Esperamos lo mismo que damos?, ¿pretendemos que nos adivinen qué necesitamos? ¿Damos sin que nos pidan y luego reclamamos? ¿No nos sentimos recompensados por lo que damos? ¿Sabemos recibir lo que el otro nos da? ¿Rechazamos lo que el otro nos quiere dar? ¿Sentimos que si recibimos, quedaremos en deuda y no podremos devolver lo que se nos dio? ¿Preferimos dar a recibir?, ¿Creemos que si el otro tiene más debe darme sin que yo de nada? ¿Insinuamos o decimos explícitamente lo que queremos? ¿Cuando nos ofrecen decimos que no, para que nos insistan? ¿Nos da vergüenza pedir?, ¿No nos sentimos merecedores de lo que nos dan?
Un vínculo no es posible sin que fluya la energía del dar y recibir. Para que una relación crezca, se necesita generar entre ambos un ciclo creciente de retroalimentaciones. Las relaciones deben tener un equilibrio entre el dar y el tomar o el recibir.
Si damos mucho el otro puede sentir que no está a la altura de la circunstancias y que está imposibilitado de devolver todo lo que recibe y entonces decidir irse de la relación.
Si recibimos mucho y no damos el otro está en una situación de reclamar o de manejarnos por lo que nos dio.
Si dimos demasiado o si recibimos demasiado estamos en problemas y debemos ver como ponemos en equilibrio la balanza.
¿Parece calculador? Acaso no estamos calculando cuando vemos todo lo que damos y sentimos que el otro no nos devuelve tanto como lo que dimos o cuando estamos esperando que nos den y queremos que nos adivinen.
Cuando no pedimos con palabras nos comportamos como un bebé a quien la madre le adivina solo por su llanto o sus gestos o comportamientos, que es lo que necesita. Como el bebé no habla la madre prueba distintas cosas hasta que da en la tecla y calma al bebé.
Los adultos tenemos a diferencia de otros animales el don de la palabra y cuando no lo hacemos estamos tratamos al otro como si fuera nuestra madre. El otro no tiene que adivinarnos, nosotros tenemos que pedir claramente lo que queremos.
En el ciclo del dar y el recibir se juegan y se reavivan situaciones que vivimos en nuestra infancia de las cuales, si fueron negativas, quizás solo recordamos la emoción desagradable que ello nos generó: vergüenza, sometimiento, manipulación, juegos de poder, envidia, bronca, celos, desvalorización, miedo a hablar, etc. y que en consecuencia, conciente o inconcientemente, no queremos revivir. De esta manera evitaremos el sufrimiento pero limitamos nuestro crecimiento emocional.
Las esencias florales del Dr. Bach trabajan sobre el cuerpo emocional y a través de un proceso terapéutico ayudan a las personas a transformar sus emociones negativas en positivas.
Los remedios florales tienen la cualidad de elevar nuestras vibraciones energéticas y abrirnos a la recepción del yo espiritual; de esta manera la Naturaleza, con su virtud particular, nos libera de lo que es la causa de la enfermedad. No hay verdadera curación si no hay cambio de perspectiva, paz espiritual y felicidad interior.
Los remedios florales ejercen una influencia notable sobre la personalidad y ayudan al bienestar general independientemente de la estructura caracterológica del individuo, pues serán eficaces aún cuando la persona no crea en su acción benéfica e independientemente del nivel de evolución de su conciencia, y su efecto puede ser aumentado sensiblemente mediante el trabajo conciente, lo que implica un trabajo terapéutico en el que la persona comprenda el proceso que lo ha llevado a su enfermedad y acompañe el proceso de su sanación.
Lic. Alicia Mabel Alfuso